"Conocí hace tiempo a tres hermanos argentinos que murieron
intentando la revolución en países diferentes de Latinoamérica. Los dos
mayores se traicionaron mutuamente y de paso traicionaron al menor. Éste
no cometió traición alguna, y murió, dicen, llamándolos, aunque lo más
probable es que muriera en silencio. Los hijos del león español, decía
Rubén Darío, un optimista nato. Los hijos de Walt Whitman, de José
Martí, de Violeta Parra; desollados, olvidados, en fosas comunes, en
el fondo del mar, sus huesos mezclados en un destino troyano que
espanta a los supervivientes. [...] Pienso en los poetas muertos en el
potro de tortura, en los muertos de sida, de sobredosis, en todos los
que creyeron en el paraíso latinoamericano y murieron en el infierno
latinoamericano."
Roberto Bolaño (1953-2003). Putas asesinas (2001). Barcelona: Anagrama, 2001, p. 214
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