"Por las noches me costaba dormir. Tenía pesadillas. Antes de meterme
en la cama me aseguraba de que las puertas y las ventanas de mi
habitación estuvieran herméticamente cerradas. Se me secaba la boca y la
única solución era beber agua. Me levantaba continuamente e iba al baño
a llenarme el vaso con agua. Ya que estaba levantado aprovechaba para
comprobar una vez más si había cerrado bien la puerta y las ventanas. A
veces me olvidaba de mis aprensiones y me quedaba junto a la
ventana observando el desierto de noche. Luego volvía a la cama y
cerraba los ojos, pero como había bebido tanta agua no tardaba en
levantarme de nuevo, esta vez para orinar. Y ya que me había levantado
volvía a comprobar las cerraduras de la habitación y volvía a quedarme
quieto escuchando los ruidos lejanos del desierto (motores en sordina,
coches que iban hacia el norte o hacia el sur) o mirando la noche a
través de la ventana. Hasta que amanecía y entonces por fin podía dormir
algunas horas seguidas, dos o tres como mucho."
Roberto Bolaño (1953-2003). Putas asesinas (2001), Barcelona: Anagrama, 2001, p. 29
Nenhum comentário:
Postar um comentário