"...salimos a cenar a uno de los mejores restaurantes de la ciudad, y
un fotógrafo de prensa que había allí nos hizo una foto, es esa que
tengo colgada en el comedor, con Herrera y Buba y yo sonriendo, bien
vestidos, delante de una mesa exquisita, si me permiten la expresión
(pero es que otra no hay), dispuestos a comernos el mundo aunque en
nuestro fuero interno teníamos bastantes dudas (sobretodo Herrera y yo)
de que efectivamente fuéramos a comernos nada. [...] hablamos de
películas, de viajes, pero no de viajes de trabajo sino de viajes de
placer, y de poco más. Y cuando salimos del restaurante, no sin antes
haberle firmado autógrafos a los camareros y al cocinero y a los pinches
de cocina, nos pusimos a caminar durante un rato por las calles vacías
de la ciudad, esa ciudad tan bonita, la ciudad de la sensatez y del
sentido común como la llamaban algunos exaltados, pero que también era
la ciudad del resplandor en donde uno se sentía bien consigo mismo, y
que para mí ahora es la ciudad de mi juventud, bueno, como decía, nos
pusimos a caminar por las calles de Barcelona..."
Roberto Bolaño (1953-2003). Putas asesinas (2001), Barcelona: Anagrama, 2001, p. 165
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