segunda-feira, 21 de dezembro de 2015

Postergación


“Yo mismo he fabricado mi rutina, pero por la vía más simple: la acumulación. La seguridad de saberme capaz para algo mejor me puso en las manos la postergación, que al fin de cuentas es una arma terrible y suicida. De ahí que mi rutina no haya tenido nunca carácter ni definición; siempre ha sido provisoria, siempre ha constituido un rumbo precario, a seguir nada más que mientras duraba la postergación, nada más que para aguantar el deber de la jornada durante ese período de preparación que al parecer yo consideraba imprescindible, antes de lanzarme definitivamente hacia el cobro de mi destino. Qué pavada, ¿no? Ahora resulta que no tengo vicios importantes (fumo poco, sólo de aburrido tomo uma cañita de cuando en cuando), pero creo que ya no podría dejar de postergarme: éste es mi vicio, por otra parte incurable. Porque si ahora mismo me decidiera a asegurarme, en una especie de tardio juramento: ‘Vou a ser exactamente lo que quise ser’, resultaría que todo sería inútil. Primero, porque me siento con escasas fuerzas como para jugarlas a un cambio de vida, y luego, porque ¿qué validez tiene para mi aquello que quise ser? Sería algo así como arrojarme conscientemente a una prematura senilidad. Lo que deseo ahora es mucho más modesto que lo que deseaba hace treinta años y, sobre todo, me importa mucho menos obtenerlo. Jubilarme, por ejemplo. Es una aspiración, naturalmente, pero es una aspiración en cuestabajo. Sé que va a llegar, sé que vendrá sola, sé que no será preciso que yo proponga nada. Así es fácil, así vale la pena entregarse y tomar decisiones.” 

Mario Benedetti (1920-2009), escritor uruguaio. La tregua (1985). Madrid: Alianza editorial, 2013, p. 51-2

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