"En la raíz de todos mis males, pensava a veces Amalfitano, se
encuentra mi admiración por los judíos, los homosexuales y los
revolucionarios (los revolucionarios de verdad, los románticos y los
locos peligrosos, no los aparatchiks del Partido Comunista de Chile ni
sus deleznables matones, ah, esos seres espantosos y grises). En la raíz
de todos mis males, pensaba, se encuentra mi admiración por algunos
drogadictos (no poetas drogadictos, ni artistas drogadictos, sino
drogadictos a secas, tipos raros de
encontrar, tipos que se alimentaban de sí mismos casi literalmente,
tipos que eran como un agujero negro que nunca se abría o que nunca se
cerraba, el Testimonio Perdido de la Tribu, tipos que parecían
enganchados a la droga en la misma medida en que la droga parecía
enganchada a ellos). En la raíz de todos mis males se encuentra mi
admiración por los delincuentes, las putas, los perturbados mentales, se
decía Amalfitano con amargura. Cuando adolescente hubiera querido ser
judío, bolchevique, negro, homosexual, drogadicto y medio loco, y manco
para más remate, pero sólo fui profesor de literatura. Menos mal,
pensaba Amalfitano, que he podido leer miles de libros. Menos mal que he
conocido a los Poetas y que he leído las Novelas. (Los Poetas, para
Amalfitano, eran los seres humanos brillantes como un relámpago, y las
Novelas, las historias que nacían de la fuente del 'Quijote'.) Menos mal
que he leído. Menos mal que aún puedo leer, se decía entre escéptico y
esperanzado."
Roberto Bolaño (1953-2003). Los sinsabores del verdadero policía. Barcelona: Anagrama, 2011, p. 127-8
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