"¿Y qué fue lo que aprendieron los alumnos de Amalfitano? Aprendieron
a recitar en voz alta. Memorizaron los dos o tres poemas que más amaban
para recordarlos y recitarlos en los momentos oportunos: funerales,
bodas, soledades. Comprendieron que un libro era um laberinto y un
desierto. Que lo más importante del mundo era leer y viajar, tal vez la
misma cosa, sin detenerse nunca. [...] Que leyendo se aprendía a dudar y
a recordar. Que la memoria era el amor."
Roberto Bolaño (1953-2003). Los sinsabores del verdadero policía. Barcelona: Anagrama, 2011, p. 146
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