“Huberto Naranjo llevaba largo tiempo sin mujer. Más tarde supe que esa privación de afecto y de sexo era para él lo más difícil de sobrellevar en la montaña. En cada visita a la ciudad corría al primer prostíbulo que surgiera a su paso y durante unos instantes, siempre demasiado breves, se hundía en el marasmo abismante de una sensualidad urgente, rabiosa y finalmente triste, que apenas aliviaba el hambre acumulada sin darle en realidad ninguna dicha. Cuando podía ofrecerse el lujo de pensar en sí mismo, lo agobiaba el anhelo de tener en los brazos a una muchacha que fuera sólo suya, de poseerla por completo, de que ella lo esperara, lo deseara y le fuera fiel.”
Eva Luna
sexta-feira, 11 de janeiro de 2008
Assinar:
Postar comentários (Atom)
Nenhum comentário:
Postar um comentário